DR. ODÓN BRUÑO CORONA, ODONTÓLOGO POR THE ROYAL COLLEGE OF SURGEONS OF ENGLAND Y TESORERO DE LA ASOCIACIÓN EXTREMEÑA DE ODONTOLOGÍA LEGAL Y FORENSE
Por
sus dientes les conoceréis. Esto es algo que los antropólogos saben
sobradamente. Un molar arrojado al fango hace miles de años contiene la historia
de una civilización con mayor detalle que cualquier crónica escrita. El
científico que indaga los orígenes de nuestra especie toma el diente entre sus
manos, calibra su tamaño y forma, consigna en su cuaderno el número de estrías y
sus longitudes y, concluidas todas estas operaciones, ya se encuentra en
disposición de precisar el sexo y la edad del propietario de la muela, de
determinar su peso y estatura, de describir cuál fue su dieta alimenticia. Los
antropólogos son gente perspicaz.
Pero esto no es todo. Cualquier economista de medio pelo le confirmará que basta echar un vistazo a las dentaduras de los nacionales de un país para determinar su renta per cápita, su tasa de ocupación, su producto interior bruto y su índice de desigualdad. Las tensiones que históricamente han vivido las distintas sociedades a causa de la injusta distribución de la riqueza también pueden ser explicadas desde un punto de vista dental. No parece descabellado pensar que el concepto mismo de lucha de clases naciera alentado por una periodontitis, una gingivitis o una caries de caballo. Resulta sencillo imaginar a don Carlos Marx víctima de un inmisericorde dolor de muelas para el cual no halla consuelo ni paliativo. En tal estado, don Carlos toma la pluma y, enrabietado por los celos que le procura la dentadura sana, nívea y esmaltada del Káiser, concibe para el mundo y sus desheredados la idea de la dictadura del proletariado.
Pero esto no es todo. Cualquier economista de medio pelo le confirmará que basta echar un vistazo a las dentaduras de los nacionales de un país para determinar su renta per cápita, su tasa de ocupación, su producto interior bruto y su índice de desigualdad. Las tensiones que históricamente han vivido las distintas sociedades a causa de la injusta distribución de la riqueza también pueden ser explicadas desde un punto de vista dental. No parece descabellado pensar que el concepto mismo de lucha de clases naciera alentado por una periodontitis, una gingivitis o una caries de caballo. Resulta sencillo imaginar a don Carlos Marx víctima de un inmisericorde dolor de muelas para el cual no halla consuelo ni paliativo. En tal estado, don Carlos toma la pluma y, enrabietado por los celos que le procura la dentadura sana, nívea y esmaltada del Káiser, concibe para el mundo y sus desheredados la idea de la dictadura del proletariado.